La primaria me
parece por mucho el periodo de estudios en que más aprendemos en el sentido
amplio de la palabra. Los conocimientos que se nos transmiten en este nivel
escolar, son nuevos, diversos y representan un reto real que desafía nuestro
entendimiento. Por primera vez nos enfrentamos con el complejo mundo de la
alfabetización; se nos inunda de símbolos con los cuáles comprenderemos el
mundo, seremos aptos para leer, escribir, hacer cálculos. Y por otro lado, ante
nosotros se abre un mundo nuevo, los conceptos culturales se nos presentan por
primera vez; conocemos a los padres de nuestra patria, el mundo que nos rodea,
a nosotros mismos, y se va moldeando nuestra figura ética. Con ello se pretende
que el estudiante, adquiera las facultades básicas y comunes, para que con ello
logre en el futuro conocer su identidad y obtenga su realización personal.
A partir de este
punto de partida, distingo dos reflexiones que quiero establecer; el carácter
repetitivo de los niveles siguientes en la formación académica, y la
herramienta de control con los conceptos y comprensión del mundo en el nivel
básico de estudios.
Comenzare
hablando sobre el riesgo que supone la segunda cuestión.
Los niños van a
su primaria, como un lugar en donde todo lo que se les enseña es VERDAD. Los
padres no inculcan en ellos una actitud reflexiva y de duda, quizá por ser
ellos mismos victima del sistema, generándose así un círculo vicioso de
orígenes difíciles de establecer.
Los maestros les
hablan sobre héroes, en historias que parecen de leyenda. Se nos inculca
también el amor por la bandera y nuestra nación. Y así crecemos, pregonando un
amor por México, en algunos casos repitiéndolo como una maquina descompuesta y
en otras amando una MENTIRA.
¿Qué es lo que
amamos de nuestro país? ¿Por qué nos sacrificaríamos por él, a pesar que su
sistema político, económico y social es una pesada carga que no nos deja libres
en nuestra búsqueda por el éxito?
Muchos de
nosotros nos hemos escuchado defendiendo nuestro himno, por su belleza superior
a cualquier otro, y realmente lo creemos. Yo hasta hace poco recuerdo haber
enunciado aquellas palabras, y me puse a reflexionar acerca de ello. Escuche a
mi padre alguna vez decir eso en algún partido de la selección, y desde
entonces fue una verdad para mi.
No tenemos por
que amar México. Al menos no al México que pretenden que amemos. Que diferente
sería si desde el primer momento, cuando a los 7 años estamos ante estos
conceptos, se nos inculcara una actitud dudosa. No sería tan difícil para el
hombre adulto, romper los paradigmas de toda una vida, y su aproximación a la
verdad sería natural.
Al hablar del
carácter repetitivo de los siguientes niveles educativos, estoy englobando el
nivel medio, medio superior y en algunos casos el nivel superior.
En el nivel medio
(Secundaria), pasamos la mitad del primer año re-aprendiendo lo que se nos
enseño en la primaria, el segundo año re-aprendiendo lo que enseño en la
segunda mitad del primer año y en el tercero sucede algo similar. Todo esto con
el fin de estar preparado para el bachillerato.
Es aquí, en el
nivel medio superior, donde se supone que el alumno va creando un perfil
respecto a sus intereses e inquietudes. Pero a diferencia de esto, resultan
convertirse en tres años en que re-aprendemos lo que se nos enseño en la
primaria, secundaria y si nos va bien profundizamos mas en los mismos temas. Es
rara la Preparatoria
donde se ofrecen orientaciones técnicas de estudio, para irse probando en las
especializaciones que mas nos interesan. Y aun cuando es así, no es suficiente
para aclarar las inquietudes sobre el futuro que deseamos.
La mayoría de los
estudiantes de niveles superiores, no están seguros de haber elegido la carrera
que los prepare para aquello que quieren dedicarse el resto de su vida. Y esto
suele ser por que a los 18 años aun no saben aquello que los apasiona, aquello
que aman y a lo que quieren dedicar su vida. Resulta de esto estudiantes
inconformes, que si tienen la valentía suficiente, interrumpen sus estudios en
primer semestre o incluso algún semestre más avanzado, y posteriormente
comienzan otra licenciatura. Y de no ser así, el resultado son
profesionistas infelices; que se dedican a trabajos que odian, comienzan una
familia y se dedican a vivir la vida que el sistema tenía para ellos.
Visto desde este
punto de vista, parece que no hay esperanza, al menos la mayoría de la población
esta condenada a vivir vidas sin sentido, llena de preocupación, angustia y
sobre todo frustración. Yo creo que es tiempo de nosotros que hemos
identificado el problema, comencemos a actuar. Exijamos un sistema educativo en
donde lejos de imponer modelos de vida, libere a las personas para crear su
propia identidad, única e irrepetible. En lugar de años desperdiciados en
re-aprender conceptos mal aprendidos, inundar al estudiante con la más amplia
variedad de actividades, donde pueda probar si aquello que lo inquieta en un
momento determinado, puede convertirse en su pasión de vida. Y si no es así, no
tener que perder años de su vida hasta encontrar aquello que ama. La
orientación vocacional debe empezar desde la secundaria, ir aumentando
paulatinamente, para que en la preparatoria el alumno ya tenga una idea clara
de aquello que quiere hacer, ni siquiera estudiar si es que no es parte de su
plan de vida. Sustituir con esta orientación vocacional aquella que se
nos otorga en el último año en forma de test inútiles que nada dicen de la
identidad personal del estudiante.